La fertirrigación consiste en aplicar los fertilizantes en función del agua de riego. El abonado no puede, ni debe, desligarse del riego. En el binomio riego-abonado el riego es lo más importante. Regando bien se abona bien. Regar bien supone aplicar a todas las plantas el mismo agua (uniformidad), en la cantidad requerida (dotación) y en el momento adecuado (frecuencia). La dotación de riego se determina a pie de parcela en función de la capacidad de almacenamiento de agua del sustrato, la conductividad del agua de riego, que determinará el porcentaje de drenaje, y del porcentaje de agotamiento que se permitirá para iniciar un nuevo riego. Dado que los factores que definen la dotación de riego están ligados a características fijas y estables, la dotación de riego debe de ser estable en el tiempo. La mayor o menor rapidez con que se agote el agua en la zona de la rizosfera dependerá, del clima en el que se desarrolla el cultivo y del estado de desarrollo del mismo. Estos valores van cambiando a lo largo del tiempo por lo que la frecuencia de riego es variable. Por lo tanto la operación de riego, que consiste en adecuar el aporte de agua a las necesidades hídricas del cultivo, está definida por la aplicación de una dotación constante a una frecuencia variable.
En los cultivos sin suelo siempre se busca que después de un riego haya drenaje. Esta necesidad está basada en que, si hay drenaje, se puede cuantificar su porcentaje y se puede medir la conductividad eléctrica de la solución nutritiva drenada. Por ejemplo, si se obtiene un drenaje del 3% sabemos que es un drenaje muy bajo y que este manejo puede producir acumulación salina, pero también sabemos que al cultivo no le ha faltado agua. Si no se obtiene nada de drenaje no sabemos cuanto “nada” ha faltado. No es lo mismo tener un 3 % de “no drenaje” que un 30 % de “no drenaje” y es evidente que lo segundo es mucho peor que lo primero.
Los sustratos tienen una gran capacidad de almacenamiento de agua, mayor que la del suelo en términos de porcentaje, lo que ocurre es que, por abaratar los costes de producción se pone poco volumen de sustrato de tal forma que, finalmente, la cantidad de almacenamiento de agua, por metro cuadrado de cultivo, resulta menor en sustratos que en suelo. Esto hace que sea necesario aportar varios riegos a lo largo del día. Por ejemplo, el saco de sustrato de perlita almacena unos 21 litros de agua. Como el marco de postura de los sacos suele ser de 2 m x 1,5 m, hay un saco por 3 metros cuadrado de cultivo. Es decir que la capacidad de almacenamiento de agua es de 7 l/m2 (21/3). Si un cultivo se encuentra en una época en la que las necesidades brutas de riego (incluyendo porcentaje de drenaje) son de 3,5 l/m2 quiere decirse que tendremos agua para dos días. Es evidente que si se pretendiera manejar el riego apurando el agua almacenada estaríamos sometiendo el cultivo a un estrés innecesario. Aquí entra en juego el concepto de “porcentaje de agotamiento” que en la literatura agraria clásica se denomina Nivel de Agotamiento Permisible (NAP). Se trata de elegir el momento adecuado para regar cuando se haya agotado una determinada cantidad del agua almacenada en el sustrato. No hay mucha información para los cultivos sin suelo sobre este tema. En este enlace se puede ampliar información al respecto. Generalmente se manejan porcentajes de agotamiento muy pequeños, del 3% para lana de roca y 5% para perlita y coco. Algunas experiencias han demostrado que pueden ser manejados porcentajes de agotamiento en el entorno del 10 % sin que ello suponga pérdidas de producción en los cultivos. Permitir un mayor porcentaje de agotamiento supone dar menos riegos y, por lo tanto, simplificar la operación de riego.
Cuando se está en una época de baja demanda hídrica, y no son precisos más de 7 riegos en el día, es más conveniente manejar un número impar de riegos. En este caso se programan un número par de riegos con un intervalo fijo y se pone un riego en medio de los dos riegos centrales. Por ejemplo, en el caso que nos ocupa, si hubiéramos decidido regar con un 7% de agotamiento, en vez del 6%, nos saldrían riegos de 0,49 l/m2 (7x7/100), o lo que es lo mismo 10 minutos (0,49x60/3), y el número de riegos a programar sería de 7 (3,5/0,49) que se podrían poner de la siguiente forma: 9:00, 11:00, 13:00, 14:00, 15:00; 17:00 y 19:00. La idea es que en el entorno del mediodía solar se concentren un mayor número de riegos para atender el pico de demanda que se produce en esas horas centrales del día.
· La variabilidad climática de la zona de cultivo. En Almería, por ejemplo, no es muy grande.
· La capacidad de almacenamiento de agua del sistema de cultivo sin suelo. Se entiende por sistema de cultivo al binomio formado por el sustrato y la forma de ponerlo (saco, tabla, contenedor, canaleta, etc.). En este sentido es más importante el volumen de sustrato y la geometría (altura/anchura) que el tipo de sustrato utilizado.
· La capacidad de adaptación al estrés hídrico de la especie y/o variedad que se cultive.
Tratando de paliar estas dificultades se han desarrollado sistemas que permiten la automatización del riego. Algunos de ellos están basados en la medición o recogida de datos climáticos que, mediante algoritmos integrados en los autómatas de fertirriego, permiten acomodar los riegos a las demandas hídricas del cultivo. Algunos de estos métodos son:
· Solarímetro para medir la radiación global.
· Tanque evaporimétrico retroalimentado con el agua de riego.
· Tensiómetros específicos para sustratos.
· Lisímetros de pesada.
· Programa PrHo
· Bandeja de demanda
El método más utilizado, por su sencillez y economía, es el de la bandeja de demanda. En la siguiente entrega desarrollaré los pormenores a tener en cuenta para un uso correcto de la misma.
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